El primer ministro de Irak, Mustafa al Khadimi, sobrevivió a un intento de asesinato con drones cargados de explosivos que fueron lanzados contra su residencia, en medio de tensiones entre el Gobierno y milicias iraquíes pro-Irán.
Luego de unos tuits en los que condenó el ataque de la madrugada, Al Khadimi hizo lo mismo en una aparición en la televisión estatal sentado tras un escritorio, vestido con camisa blanca y tranquilo, aunque con un vendaje en su mano izquierda.
Funcionarios informaron que lo único que sufrió fue un pequeño corte en la mano, pero a la vez confirmaron que al menos seis de sus guardias resultaron heridos en el cobarde ataque.
«Ataques cobardes con cohetes y drones no construyen patrias ni construyen futuros», subrayó Al Khadimi, de 54 años, antes de recibir al presidente Barham Salih y encabezar una reunión de Gobierno.
Fuerzas de seguridad derribaron dos drones, pero un tercero impactó en la residencia del premier en la Zona Verde, el área fortificada de Bagdad que alberga también las embajadas, detalló Saad Maan, un vocero del Ministerio del Interior.
Fotos distribuidas por la oficina de Al Khadimi mostraron daños en la residencia después del ataque, incluyendo ventanas rotas, una puerta de madera arrancada de los goznes y grabados tirados por el suelo.
Ningún grupo reivindicó el ataque, pero las sospechas recaen sobre milicias apoyadas por Irán que desde hace semanas critican y amenazan públicamente al primer ministro.
El intento de asesinato ocurrió días después de disturbios entre fuerzas de seguridad y seguidores de las milicias que desde hace casi un mes acampan cerca de la Zona Verde en rechazo a los resultados de las elecciones del mes pasado.
Las milicias perdieron en esos comicios casi dos tercios de las bancas del Parlamento que poseían hasta entonces.
Las protestas dejaron un muerto el viernes pasado cuando los manifestantes intentaron irrumpir en la Zona Verde.
Fuerzas de seguridad respondieron con gases lacrimógenos y munición real, y un manifestante murió de un balazo y decenas más resultaron heridos.
Al Khadimi ordenó una investigación para determinar qué desató los incidentes y quién violó órdenes de no abrir fuego.
Algunos de los líderes de las milicias acusaron abiertamente a Al Khadimi de los disturbios del viernes y de la muerte del manifestante, durante sus funerales, en Bagdad.
Al funeral asistieron los comandantes de las principales milicias pro-iraníes, que juntas son conocidas como Fuerzas de Movilización Popular, o Hashd al-Shaabi, en árabe.
El clérigo chiita iraquí Muqtada al-Sadr, cuyo partido ganó la mayor parte de las bancas en las elecciones del 10 de octubre pasado, denunció el «ataque terrorista» contra Al Khadimi y señaló que fue cometido «por fuerzas que quieren que Irak recaiga en la anarquía y el caos».
Al Sadr mantiene buenas relaciones con Irán, un país vecino en el que también son mayoría los musulmanes de la rama chiita del islam, pero se opone públicamente a su interferencia en los asuntos internos de Irak.
El vocero de la Cancillería iraní, Saeed Khatibzadeh, condenó el ataque contra Al Khadimi y acusó indirectamente a Estados Unidos «de estar al tanto de conspiraciones que apuntan contra la seguridad y los progresos de Irak».
«Este evidente acto de terrorismo, al que nos oponemos fuertemente, estuvo dirigido contra el corazón del Estado iraquí», remarcó el vocero del Departamento de Estado de Estados Unidos, Ned Price, en un comunicado.
Por último, tanto el presidente de Egipto, Abdel Fatah al-Sisi, como el de Arabia Saudita, Abdalá bin Abdelaziz al-Saud, condenaron el ataque.